domingo, 5 de julio de 2015

Somos una familia

Miércoles 1 de julio a las 19:00 h: Misa de envío en el Seminario. Esa era la fecha clave que teníamos apuntada los 7 seminaristas que iríamos de Misiones este Verano. Desde ese momento la aventura comenzaba. Después de celebrar la Eucaristía, a la cual asistieron algunos familiares y hermanos seminaristas que quisieron despedirse de nosotros partimos hacia el Aeropuerto. Además de lo necesario para el invierno chileno, llevábamos también mucha ilusión, ganas de dar la vida y la conciencia clara de que venimos a aprender, a dejarnos sorprender. 
Ya en el Avión, hubo tiempo para mucho, ya que el vuelo era de ¡14 horas!, así que algunos recargaron fuerzas con el descanso, otros leyeron, y algunos otros mataron el tiempo con alguna que otra película. 
Una vez en Santiago, Isabel, una mujer española que vive en Chile, nos llevó hacia la casa donde unos sacerdotes y postulantes del Instituto "Schola Cordis Iesu" nos acogieron con mucho cariño. Ya instalados, arreglados y habiendo puesto el día en manos del Señor, conocimos un poco el colegio san Francisco de Asís, llevado por estos sacerdotes, y donde a su vez trabaja Isabel. Un colegio donde lo que se quiere es que el centro sea el Señor.
Más adelante, fuimos hacia el centro de Santiago, donde visitamos su Catedral, la Iglesia de san Agustín, y la de san Francisco, la única que se conserva de estilo colonial, porque Esta ciudad es propensa a sufrir terremotos. En esos momentos empezamos a ser conscientes de las dos caras de Santiago, una muy parecida a los barrios europeos, y otra en la que se nos muestra la pobreza y necesidad material. Pero ambas caras tienen un denominador común: la sed de Dios.
Después de comer un completo con palta, plato típico chileno, que es una hamburguesa artesanal con todo lo que conocemos pero con un añadido especial: el aguacate que en Chile se llama Palta.  Una vez comimos nos encaminamos hacia el Cerro San Cristóbal, allí celebramos la Eucaristía, junto con otro amigo español que vive aquí en Santiago, Bruno. Él, gran conocedor de la historia y cultura chilena, nos fue explicando un poco del contexto en el que nos encontrábamos, puso palabras a aquello que ya estábamos viendo. Tras subir a la cumbre del Cerro y ver a la Virgen Inmaculada, contemplamos la grandeza y particular belleza de Santiago, una ciudad enorme, donde está un tercio de la población chilena. En ese instante al observar esta ciudad, sentíamos el impulso de gritar: ¡hay en medio de vosotros Uno al que no conocéis!. 
Con este espíritu, nos dirigimos de nuevo hacia el lugar donde nos alojamos. allí pasamos a estar a solas con el Señor, en compañía de los sacerdotes que nos acogieron y que al final de la Hora Santa nos agradecieron nuestra presencia y nos enseñaron esa fraternidad sacerdotal, que nace de ser llamados a la misma familia, la familia sacerdotal, de los llamados a ser "Alter Christus" en la Tierra.
A continuación cenamos en casa de Isabel, donde pasamos una agradable velada, sintiéndonos en familia, esa familia cristiana que siempre tiene la puerta abierta para acoger a los hermanos de la fe.
Al día siguiente y antes de partir a Villarrica, nos alimentamos  espiritualmente de los dos santos chilenos canonizados: santa Teresa de los Andes y san Alberto Hurtado. Partimos pronto hacia Los Andes a una hora y media aproximadamente de Santiago. Allí, tuvimos la Eucaristía, posteriormente la  oración, para más tarde comer y salir hacia el santuario de San Alberto, donde nos dejamos interpelar al ver como la santidad es capaz de cambiar el mundo, de como solo quien se entrega por entero a Dios hace realidad el ser sal de la tierra y luz del mundo. Con su guía esperamos aprender aquello de "dar, dar siempre, dar hasta que se nos caigan los brazos de cansancio. DAR HASTA QUE DUELA". Con este fervor, volvimos a casa, nos despedimos de aquellos que tan amablemente nos acogieron, y partimos hacia la Estación de Autobuses, en donde a las 23:30 h, nos montamos en una micro, manera chilena de referirse a los autobuses. Llegamos a Villarrica sobre las 8:40. Fuimos recibidos, y tras alojarnos y cambiarnos, dimos un paseo para conocer estas tierras que nos recibían, estas tierras que aguardan a que el Señor sea predicado, estas tierras en las que se palpita una ansia, una sed enorme de Dios. Terminado el paseo, tuvimos una emotiva eucaristía, junto con los seminaristas de Villarrica y muchos fieles que quisieron darnos una calurosa bienvenida, haciendo vida las palabras que el padre Javier, formados del Seminario de Villarrica dijo, la Iglesia es Católica, esto es, universal, todos pertenecemos a ella, somos una familia y da igual la procedencia, porque la fe es la misma.
Con los sentimientos aun a flor de piel, almorzamos, así se dice aquí a la comida, con los seminaristas de la Diócesis, lo cual sirvió para acrecentar aún más los nexos y las relaciones que guardábamos con ellos, gracias a su peregrinación por Tierra Santa, Roma y España, ya que se hospedaron en nuestro Seminario. Da igual de donde seas si eres llamado por Cristo, ahí descubres la fraternidad sacerdotal, una fraternidad que supera raza, lengua y cultura.
Después de ver con ellos la final de la Copa América, la cual Chile ganó por primera vez, descansamos en el Señor, poniendo todo en sus manos, siendo conscientes que a partir de mañana, empezaría la verdadera misión. 
Comenzaba el Domingo y los seminaristas nos dividimos en tres grupos: unos iban a las  capillas de "Francisco  de Asís"  de Ñancul y "Nuestra Señora de Lourdes" de Huiscapi, otros  iban a la Ermita Virgen del Carmen y parroquia de San Francisco en el barrio de Pucara,
otros en cambio fueron con las comunidades mapuches que se encuentra al noroeste de la Diócesis. Todos nosotros celebramos con estas comunidades la Eucaristía, y vimos con alegría, el fervor con el que en su sencillez viven la fe. 
Al volver, almorzamos y organizamos todas las actividades del mes. 
Que este mes de Misión haga verdad en nuestra vida que "hay más alegría en dar que en recibir " 
#MisiónChile2015.