Dentro de todas las
“misiones” que hemos ido realizando en Villarrica ha habido una especial. La
misión en Malloco Lolenco.
Fue especial no porque
llamásemos a las casas disfrazados de payasos preguntando “¿cómo están
ustedes?” ni rondar las ventanas con “los clavelitos”. Tampoco por predicar algo distinto a las
demás, pues el contenido era el mismo: CRISTO VIVO. Lo que hizo diferente esta
misión era el lugar ya que era una misión rural donde en vez de ir de casa en
casa íbamos de granja en granja. Sí, de granja en granja pero, claro está,
predicando a las personas y no a las gallinas.
Duró del viernes 17 al
domingo 19. En esos días pudimos compartir nuestra fe con personas que no
pueden tener Eucaristía nada más que un domingo al mes y muchas de ellas
teniendo que coger el coche o andar un buen trecho (muchas veces con grandes
chaparrones).
Fue una experiencia muy
enriquecedora para nosotros en la cual pudimos bendecir casas, tener momentos
de oración en cada hogar y también compartir algunas inquietudes, sufrimientos,
alegrías… con esas familias.
Para unos era un
momento de retomar relaciones con su capilla a la que hacía un tiempo que no
acudían, para otros un momento propicio para compartir con unos hermanos españoles
su amor a Jesucristo, pero para todos un momento de gracia especial en el que
el mismo Señor les visitaba. Eso se percibía en su acogida, tan alegre y
generosa siempre. Tan era así que hasta en una casa celebramos el cumpleaños de
la pequeña Jessica Anaís, cantando unas canciones y rezando por la cumpleañera
de 3 añitos recién estrenados.
Después de bendecir
casas, el domingo tuvimos un encuentro con toda la comunidad en el que hubo una
pequeña catequesis para familias a cargo del Padre Charlie, luego la
celebración de nuestro mayor tesoro, la Eucaristía, y por último algo de
picoteo compartiendo cantos, cultura… pues nosotros cantábamos canciones
típicas de España mientras ellos nos enseñaban algunas cosas propias de la
cultura mapuche (pueblo a la que pertenecían la mayoría de los integrantes de
esta comunidad).
Fueron días preciosos
en los que recibimos mucho del amor a Dios que estas personas tienen.
Especialmente nos ayudó el testimonio de la señora Lucía, responsable de la
comunidad, su hija Eva, el señor José y Anita, que nos acompañaron en esta
misión.